viernes, 27 de abril de 2012

Fallo del concurso literario 2011-12


Reunido el Departamento de Lengua Castellana y Literatura del IES “Las Llamas” en el día de la fecha, se acuerda hacer público el fallo del concurso literario correspondiente al curso 2011-12, resultando de la siguiente manera:

Primer nivel

Poesía
Primer premio:
“La traición” de Elsa Olea Mazón (1º ESO-B).

Narrativa
Primer premio:
“Lucha contrarreloj” de Miguel Ruiz Granda (2º ESO-B).
Accésit:
“El extraño forastero” de Julián Carrera de la Red (1º ESO-A).

Segundo nivel
Poesía
Primer premio:
“Luces y sombra” de Eloy González Trueba (4º ESO-B).
Accésit:
“Reflexiones al anochecer” de Guillermo Marco (4º ESO-B).

Narrativa
Primer premio:
“Roja la luna, gris el lobo” de Mérida Miranda (1º Bach-B)
Accésit:
“Sueños de infancia” de Eloy González Trueba (4º ESO-B)

En Santander, a 27 de abril de 2012.

martes, 24 de abril de 2012

Historia de una crónica

Una de las constantes creativas de García Márquez consiste en hacerse con una amplia perspectiva temporal sobre lo que va a contar. Por lo general, entre el perfilado de la historia en su memoria y la recreación literaria de la misma suelen mediar bastantes años. En el caso de la Crónica tal situación llega al límite. En efecto, en el año 1951, cuando tuvo lugar el suceso que la novela refiere, García Márquez era todavía un escritor en ciernes. Tra­bajaba en la prensa de Barranquilla, compartía ilusiones literarias con otros jóvenes periodistas y narradores de su tiempo (el ya citado "Grupo de Barranquilla") y había publicado unos pocos cuentos. Nada más.
Sus padres vivían en Sucre, uno de los municipios del Departamento del mismo nombre, y allí se había ido él, enfermo, en 1949. En Sucre residían sus padres desde 1936 (luego se trasladarían a Cartagena) y allí conoció a la que sería su esposa, Mercedes Barcha; en un Sucre que era "un pueblo del interior de la costa del Caribe, donde vivieron nuestras familias durante varios años y donde ella y yo pasábamos nuestras vacaciones”.
Estando en Barranquilla aquella historia le rondaba en la cabeza y fue su amigo Álvaro Cepeda Samudioll quien le solucionó las dudas que tenía para su desenlace: Bayardo San Román y Ángela Vicario, tras el repudio y la soledad, vivían juntos y felices en un pueblo de la península de La Guajira (la costa más al Noroeste de Colombia), en Manaure, "un pueblo de salitre frente al mar en llamas". Allí los fue a visitar el novelista para recabar más precisos datos sobre los hechos; unos hechos que para él dejarían de ser la simple historia de un crimen para constituirse en otra historia, la de un amor terrible y secreto.
Con aquella historia de final tan sorprendente ya redondeada, García Márquez siguió el consejo de Ramón Vinyes: contarla mucho de viva voz antes de escribirla. De ese modo, mediaron casi treinta años entre el sucederse de los acontecimientos y su definitiva recreación en la novela. Y, por medio, dios viajes a Sucre. El primero, quince años después, para recomponer las piezas perdidas de la memoria de aquel rompecabezas. Pero pasaron muchos años más y aquella historia no se escribía. Fue una imagen -como en otras ocasiones- la que provocó el impulso que llevaría al escritor a escribirla. En 1979, en el aeropuerto de Argel, vio a un príncipe árabe vestido de túnica blanca y un magnífico ejemplar de halcón en su puño. Inmediata­mente le vino el recuerdo de su amigo muerto, el Santiago Nasar de la novela (donde, por cierto, este personaje lleva al pueblo sus "halcones amaestrados"). El segundo viaje a Sucre fue inmediato, al sentir que “no podría seguir viviendo un solo instante sin escribir la historia”. Eso se hizo en jornadas de nueve de la mañana a tres de la tarde, sudando a mares en una pensión de hombres solos donde había vivido Bayardo San Román los seis meses que estuvo en el pueblo. Alrededor de abril de 1980 la Crónica de una muerte anunciada estaba escrita. Un año después se pu­blicaba.
Fuente: Luis Alonso Girgado,
Crónica de una muerta anunciada. Guía de lectura.
Tambre Crítica.